viernes, 29 de abril de 2011

Antojos.

Escribo en modo atrapasueño, esperando o desesperando atrapar el de hoy, pero lo único que duerme son las redes que tengo tendidas, así que la noche se me antoja larga. He estado pensando precisamente hace un rato en antojos. He sido incapaz de recordar en qué hombro tenía mi padre esa mancha de nacimiento. Esa que le cubría todo el hombro, que cuando era pequeña me contaba procedía de ganas de comer arroz no satisfechas, seguramente un gran plato de arroz pensaba yo e imaginaba que por la forma de la mancha, la abuela Julia debió empezar a comer de aquel gran plato con palillos, vestida como Fu Manchú, bigote incluido, y que algo debió pasar que hizo que lo tuviera que dejar a medias aún con ganas. He buscado imágenes en mi memoria, imágenes de todos esos veranos pasados en todas esas playas, mi padre solo flotaba de espaldas - sonrío al recordarlo - , también todas las imágenes de esa otra parte del verano de piscina y montaña, pero he sido incapaz de visualizar si en el hombro derecho o en el izquierdo. Qué cosas, es como si hubiera utilizado Photoshop y la hubiera borrado, me da rabia no tener ese recuerdo claro, que se me desdibujen las imágenes, que no sea capaz de recordar con nitidez, a veces me pasa lo mismo con la voz y el gesto, lo que a parte de rabia me entristece.

He estado pensando también en que hay veces que tengo unas ganas increíbles de comer atún, cuando eso pasa pienso que necesito proteínas o que mi corazón necesita ácidos grasos Omega 3 que lo protejan, un pensamiento absurdo seguramente, pues bien últimamente solo tengo ganas de comer pistachos así como un antojo, un gran antojo, un antojo gigante, y como pistachos compulsivamente. He buscado una explicación igual que a lo del atún - el principio de la tercera noche de insomnio da para todo tipo de pensamientos - he encontrado un montón de información, desde la más absurda a cosas más serias, entre la que selecciono la que explica que en Irán, el primer país productor, son conocidos como pistachos sonrientes por la forma de la cáscara, es después de saberlo que interpreto que lo que necesito son sonrisas, - la apetencia es incontrolable pese al empacho diario - por aquello de que de lo que se come se cría.


Lo de las noches que se antojan largas, ya es otro historia.

11 comentarios:

  1. qué curioso, yo tuve antojo de pistachos durante meses hace un año :-)
    apenas recuerdo la voz de mi madre. me apena. me hace sentir aún más sola.
    :-)) y más pistachos.

    ResponderEliminar
  2. Lo que cuentas y como lo cuentas me ha llevado a noches muy largas de soportarme a bocajarro. De qué manera la mente nos envuelve o nos rescata sin que podamos hacer nada. Pero, eso ya es otra historia.

    ResponderEliminar
  3. peor es lo del antojo de dulce y buscas y rebuscas en las alacenas una jodida galleta o un trozo de chocolate y no encuentras nada... Lo del insomnio es otro cantar..

    ResponderEliminar
  4. ¡Eh! Gracias Por la sonrisa de oreja a oreja !E¡:))

    ResponderEliminar
  5. arponauta, ¿le encontraste alguna otra explicación? Es curioso que si te pones a tratar de recordar una voz que hayas escuchado recientemente lo que obtines es algo parecido a cómo recuerdas una voz que hace tiempo que no escuchas.
    Clack...clack...clack...Pistachos:)

    ResponderEliminar
  6. De qué manera! ¿verdad, BO? Es que esa va por libre.

    ResponderEliminar
  7. Ico, me suena, me resulta familiar la escena, y buscar y buscar sabiendo que no hay nada de dulce porque ya estuviste buscando hace un rato y aún así seguir buscando.
    Lo del insomnio bufqué chungo es!

    ResponderEliminar
  8. ánimo, silbante, te envío otras enorme sonrisa, de las grandesgrandes!

    ResponderEliminar

Ellas/os también silbaron.