sábado, 3 de septiembre de 2016

Cumpledías

Hoy es el cumpleaños de, E. ¡Felicidades E., germana querida! E., que lleva un año de lo más puto y que ella no lo sabe o no se lo cree, aunque yo se lo repita, pero es un ser maravilloso. E. que de no haber sido mi hermana y de haber coincidido en el espacio tiempo, sería mi amiga y yo sería la suya. Y como el mundo es tan grande y vete tú a saber, lo que tengo que estar es eternamente agradecida a la naturaleza, al azar, por decidir que ella sea ella, y después ponerme a mí en su línea de la vida. Así es. ¡Gracias universo! ¡Gracias espacio sideral!

Este fin de semana, A. está en casa. Y todavía queda un camino muy largo de rehabilitación en el Centro para Daño Cerebral Adquirido, pero si echas la vista atrás...buff, si echas por un momento la vista atrás, a un mes y medio o dos meses, pues no te crees el panorama de ahora, pero es. Así que hoy celebraremos la vida. Esa cabrona que a base de hostias,...pues todo. Esa gran sin sentido. Y a pesar de todo la vamos a celebrar, ya me dirás si se ha visto con cualquier otra cosa algo igual. No, ¿verdad?. 

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Estoy dejando para mañana lo que tendría que hacer hoy, procrastinar, lo llaman. A mí la palabra me gusta más bien poco, pero es lo que hay. Así llevo dos meses o tres o cuatro, qué más da, es solo tiempo. Procrastina® sería un buen nombre para un medicamento, yo estoy en la pauta más alta, si me descuidas casi con dosis experimentales, por encima de las que se han probado en los Ensayos Clíncos, no sé todavía cuales van a ser los efectos secundarios de todo esto. Lo que me produce la Procrastina® es una despreocupación total, absoluta, de todo lo que no me parece en este momento importante, que es lo mismo que nunca me ha parecido importante, pero que antes me preocupada. Ya saldrá el sol por donde sea, lo mejor es que la Procrastina® no produce reacciones de fotosensibilidad y el sol me puede dar de frente, de costado o incluso la espalda. Ya veremos.

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Hoy estoy un poco así (y ya me va bien):

martes, 19 de julio de 2016

martes, 21 de junio de 2016

martes, 7 de junio de 2016

jueves, 14 de abril de 2016

"Dulce introducción al caos"

Odio el olor del jabón antiséptico que contienen los dispensadores, de la habitación y el pasillo, y lo pegajoso de las manos.
Odio el piloto de encendico de la tele cambiando del azul al naranja intermitentemente durante toda la noche, sin posibilidad de poder desenchufarla, salvo arrancando el panel que cubre los cables y luego los cables. Un día...
Odio los ascensores del hospital, la gente apelotonada en la puerta, la mala educación, las mismas conversaciones sobre que si se borran las plantas seleccionadas si bajamos. El "qué me va a contar a mí si llevo aquí un año" o cosas similares. Odio también a todos a los que no silencian los móviles.
Odio el sensacionalismo  de los familiares que buscan conversación en los pasillos para contarte lo peor de lo peor, todo desaliento. Odio decir que a estas alturas huyo de eso y solo miro de frente, no a los lados.
Odio a todos a los que habéis votado al PP y todos los recortes en sanidad que eso nos ha traído. Os deseo una estancia larga en cualquiera de los hospitales públicos para que lo viváis en primera persona. Después, si eso, seguid votándoles.
Odio tener que haber aprendido que si algo va mal, primero tengo que comprobar que todo está conectado y después que lo está donde tiene que estarlo, y luego ya si está todo correcto, pulsar el botón rojo. Odio tener que reconocer que si yo tuviera ese tipo de despistes en mi trabajo, me costaría algo más que el puesto, a lo mejor una vida, pero yo no soy funcionaria.
Odio la desorganización, y a los neurocirujanos, esos dioses con pies de barro de ego enorme, a los que en tres meses no he visto ni coger un fonendo. Son capaces de hacer una operación de la leche y dejar que te mueras por una complicación menor.
Odio saber que no les valoran por la atención al paciente, y si te mueres pues te has muerto, peor para ti.
Odio que no exista una Unidad de Cuidados Intermedios en todos los hospitales y sentir que estaríamos vendidos si no fuera porque un médico intensivista, que sabe todas las carencias que existen aquí, se ha ocupado de que te asignen un internista.
Odio el sonido del carrito, y los pasos de los auxiliares y los celadores, por el pasillo.
Odio la imposibilidad de tu descanso, y a las enfermeras encendiendo las luces, todas las luces, como una feria, de madrugada. A la 1:00, a las 5:30 y  a las 7:00, antes del cambio de turno.
Odio los fines de semana y los festivos, donde hay aún menos personal que está saturado de trabajo y todo son prisas y despistes. No enfermeis jamás en esos días.
Odio ver desde la habitación el ala de esta séptima planta destinada a la Unidad de Ictus, y que haya movimiento por las noches. El sonido de las camas en el pasillo, los sollozos de los familiares desapareciendo de mi campo visual conforme se van derrumbando, literalmente. Ayer murió alguien. Sacaron primero la cama de la compañera de habitación. A la hora sacaron la cama de la persona que murió cubierta con la sabana. En menos de una hora pasaron a limpiar la habitación. Eso es todo. Toda una vida desinfectada.

Odio no haber sido capaz de pensar en música hasta hace un momento. No cantar hace tanto tiempo, algo como esto a grito pelado, que puede ser lo último (es lo último) que cantamos en el coche, hace más de tres meses.
Nos sigue sin salir la voz del cuerpo.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Esto también pasará, E

A la una del mediodía se nos había olvidado cambiar el mes y el día en esa cartulina que desde hace 20 días permanece pegada en la pared, a los pies de su cama. La misma cartulina que ha estado durante un mes en la UCI. El día y el mes sujetos con cinta adhesiva decorada con hipopótamos de colores (del mismo modo en que pende la vida), para por si acaso en algún momento tuviera el suficiente nivel de conciencia para saber en qué día vive o siquiera si es de día o de noche. 
29 de Febrero era hoy, todavía, a la una del mediodía. Arrancar el día y el mes pensando que la última vez que nos reunimos todos, tal como eramos antes, fue el 31 de diciembre. Entonces brindábamos con un cava especial que él, siempre tan detallista, había traído para la ocasión. Brindábamos entre risas; alegres por tenernos, por estar, por poder juntarnos como tantas veces. Brindábamos, por éste año bisiesto que nos íbamos a comer. Qué ignorantes. Qué infelices ignorantes. La realidad es que es el año el que nos está devorando.
La vida es una mierda. Una grandísima mierda traicionera.  Hoy me gustaría escribir sobre las mismas gilipolleces de siempre: que si me quiere que si no me quiere que si se va o se queda, sobre el trabajo, el cansancio, sobre sueños que no consigo porque no me propongo, sobre si era feliz o dejaba de serlo, sobre ese pozo de insatisfacciones en que transformamos la vida cuando lo tenemos todo. Esas mismas sobre las que me lamentaba en mi plácida vida cuando el 11 de Enero sonó el teléfono. El día antes había quedado para comer con ellos, diluviaba y al final me quedé en casa, ahora lo lamento. Un día después no saber si A., iba a seguir siendo, después no saber si A. va a volver a ser A. Después de todo este tiempo: impotencia, incertidumbre, angustia, miedo, desesperanza, desolación, una pena negra y profunda. No saber, lo peor es no saber. Se terminan los recursos para sostener a E, pero aún así hay que buscarlos, inventarlos a diario. La vida sigue. No se para nada ahí fuera. La empatía desaparece con el tiempo. El hombre es un lobo para el hombre. El tiempo va colocando a las personas en su lugar. Una no sabe cómo seguir levantándote, E. Esa sensación tan frustrante de no poder hacer nada más que estar como estamos. Esa sensación aún más frustrante de no poder estar físicamente a todas horas porque la vida, aunque todo lo demás ya no importe nada, sigue. Cómo suplir la ausencia de un padre, cómo hacer que N y J, no sufran. El dolor de mirarles, el teatro de que no está pasando nada, el querer protegerlos por encima de todo. Cómo serán ellos después de esto. Cómo conseguir que sigan siendo niños felices. Es todo tan descorazonador, tanto...
Agarrarse a la mínima esperanza, y no caer aún más cuando E. cuenta que aún hoy en ese corto espacio de tiempo que separa el sueño de la vigilia, antes de elaborar cualquier pensamiento, cree que su vida, la de A y la de sus hijos sigue siendo la de antes, que nada ha cambiado. Después, el hachazo.
La vida, esa gran cabrona, esa fiera sin escrúpulos.


viernes, 8 de enero de 2016

No me vengas con historias

Hoy he quedado con Y. Y, está pasando un momento complicado. Creo que Y, no me cuenta todo lo que le pasa. No sé. Hay gente que piensa que la vamos a juzgar. A mí me jode mucho, pero debe ser  una cuestión educacional que debe estar por encima de cualquier cosa. A mí me produce mucha pena, pero llevo tantos años tratando de cambiarlo y no, que no sé que más hacer. La puta educación, la estrechez de miras... Hay gente que ha viajado mucho, pero en realidad es como si jamás lo hubiera hecho. Hay cosas que no se pueden cambiar en la mentalidad de la gente, aunque la quieras tanto como si fuera parte de tu familia, o más aún, porque es ese tipo de familia que elegimos. Hemos (ha) montado un chocho bien grande, hoy. Creo que no he pasado más vergüenza en mi vida. ¿Por qué? Porque hay cosas que no cuenta ¿Por qué? Porque, porque, porque... No lo sé, de verdad.  No quería yo salir hoy porque intuía que el final iba a ser ese. Nos conocemos. Y fue bien todo, quedar a comer por Malasaña, unas cervezas, y después, ya más tarde, una llamada de  alguien que pensé que estaba borrado  de su existencia, pero no. Se ha transformado. Como en las pelis de ciencia ficción, como si le hubiera entrado por el oído algo que le ha hecho perder la razón. ¿Por qué o qué? No lo sé, porque no me lo ha contado. Me da mucha pena, y me enfada. Me enfada muchísimo, pero yo no puedo más que seguir pensando lo mismo que le digo, y debe ser por eso que no me cuenta. No sé, y lo sé todo. Tanta tristeza... Aún así nos seguimos autodestruyendo, por si no fuera poco, por si no tuviéramos bastante, por si acaso no hemos terminado de tocar fondo, por si no necesitáramos otro pie que nos hundiera un poco más, por si no fuera suficiente. Estamos fatal, en general.

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Yo al año que ha empezado solo le pido tranquilidad. Estar tranquila. No aspiro a nada más. Será viejuno o conformista o una mierda, pero es lo único que quiero, luego, ya si eso, la no tranquilidad ya me la busco yo, pero de momento, no. Estoy bien así, gracias. No quiero ni grandes amores, ni futuros inciertos, ni que nadie me mueva el piso, ni me descoloque esta vida insustancial que llevo. Me vale con lo que tengo. No quiero más. No creo que nadie me vaya a aportar nada que no me hayan aportado hasta ahora, ni nadie me va a hacer más feliz que lo que haya sido hasta ahora, ni nadie me va a hacer sentir o pensar distinto de lo que siento o pienso ahora, para mejorarlo o empeorarlo, qué más da. Estoy tranquila, y eso es lo único que quiero. A veces nos complicamos la vida buscando las soluciones a los agujeros fuera, y no es fuera. No es. Claro que a todo el mundo le gustan las grandes pasiones, pero eso también se pasa. Todo es transitorio. No creo que vuelva a perder la cabeza jamás por nadie, y sí, la perdí por ti, por ti, por ti, por ti, y por ti, pero luego se recupera, no todo es entrepierna, aunque eso sea mucho o todo, a veces. Para mí lo ha sido en más de una ocasión. Entonces dices que te has enamorado, pero no, aunque puede ser que sí (eso solo lo sabrás con un poco de tiempo, porque de follar con la misma persona también te cansas, aunque hay gente que folla muy bien, yo me acuerdo de algunos alguienes (pocos), y lo que estás es en un estado de excitación constante, qué está muy bien, para qué voy a decir otra cosa que no piense, pero luego eso evoluciona de dos maneras, que basicamente son la misma Una de las dos partes quiere evolucionar a algo más y la otra está bien así, o al revés. Se jode todo, da igual del lado que estés. Se evoluciona o se involuciona, depende del lado en que estés. L., siempre dice que yo nunca quiero problemas que quiero una vida plácida, pues claro, joder. No sé que tipo de reproche es ese. No lo acabo de entender. ¿Quién en su sano juicio va a elegir tener problemas? Yo, no.

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Puede ser que todo sea porque compré un roscón para mí sola,  y no me ha tocado ni haba ni figurilla ni hostias, y aún lo estoy tratando de interpretar. WTF?? Asociación de empresarios de pastelería madrileños, os quiero ):

a

viernes, 1 de enero de 2016

HAPPY NEW YEAR

Mira, no pido mucho, 
solamente tu mano, tenerla
 como un sapito que duerme así contento.
 Necesito esa puerta que me dabas
 para entrar a tu mundo, ese trocito
 de azúcar verde, de redondo alegre.
 ¿No me prestás tu mano en esta noche
 de fin de año de lechuzas roncas?
 No puedes, por razones técnicas.
 Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
 el durazno sedoso de la palma
 y el dorso, ese país de azules árboles.
 Así la tomo y la sostengo,
 como si de ello dependiera
 muchísimo del mundo,
 la sucesión de las cuatro estaciones,
 el canto de los gallos, el amor de los hombres.

Julio Cortázar