domingo, 26 de julio de 2015

Orden

Adoro el orden, no lo puedo evitar. Soy Virgo. Entonces, hay días como hoy en que después de haber limpiado y ordenado la casa a conciencia. Me siento aquí y disfruto. Sí, la vida este domingo de julio es definitivamente toda una aventura. Sin lugar a dudas. La adrenalina me corre por las venas y el espíritu de Lennon me sale por los poros.

No tengo delante de mi campo de visión, de forma permanente, sobre la mesa baja de madera que está justo delante del sillón rojo en el que ahora estoy sentada: el estuchito amarillo de los medicamentos o los blisters o la funda negra con tapa gris del carrete de fotos con el costo dentro, los papelillos ni el tabaco de liar ni la lata metálica verde de Lucky Strike con las boquillas y más papelillos.  No está la superficie de la mesa, en su lado derecho, salpicada de picadura de tabaco ni tampoco el suelo ni hay  bolígrafos, lápices o rotuladores ni tampoco cinco o seis mecheros. No hay zapatos, playeras, sandalias, chanclas o zapatillas bajo la mesa, la cama o en la entrada sino en el zapatero. No hay cuatro vasos ni tres botellas de agua caliente sobre o alrededor de la mesa, respectivamente.
No están abiertos los botes del champú ni el del gel de baño, tampoco el tubo de la pasta de dientes reposa en horizontal sobre el mueble del lavabo goteándolo de azul. No está el capuchón del cepillo de dientes morado también sobre la repisa sino cubriendo el cabezal y el cepillo en su recipiente, junto con el tubo de pasta de dientes y mi cepillo naranja. No está el rollo de papel higiénico fuera del porta rollos. No está la toalla de baño sobre el bidé sino colgada de su percha, detrás de la puerta, al lado de mi albornoz.
No hay ropa tirada de cualquier manera sobre la cama ni sobre la tabla de planchar ni en el cuarto de baño. No está la bandolera azul o el bolso verde sobre la mesa alta del comedor, tampoco los mil papeles o los paquetes de kleenex o el TomTom o las llaves del coche ni el mando del garaje aquí o allí.
No está la bolsa de comida de Pichi y Chispera sobre la silla antigua de madera ni el flush flush para echarle agua a las plantas, en el suelo, al pie de la ventana del salón o sobre el radiador. No están tampoco las plantas que por falta de cuidado se secaron. Ni el teléfono fijo sobre el brazo derecho del sillón. No están. No están. ¡No están! Aquí estoy por levantarme y marcarme un baile de felicidad, alrededor de la mesa. No están, pero es algo transitorio... Aquí me desinflo, a la vez que mis niveles de serotonina caen por los suelos.

El aumento, a lo largo de los años, de mi adoración, fijación, obsesión por el orden es directamente proporcional a su desorden, y su desorden directamente proporcional a mi obsesión por el orden. ¡Un sindios sin fin, sin remedio, sin solución! Así es.
En todo caso aún bajo los efectos del placer que me proporciona el orden, además de en este contrapunto, pienso en este otro:

sábado, 25 de julio de 2015

Algos

Cierra el Mercado de Fuencarral. La primera vez que estuve allí fue con M. El Mercado había abierto hace poco: el año anterior. Puede que hayan pasado 16 años de aquello. M., venía de Alicante con M., que ahora es muy conocido en el mundo del porno  gay. Me parece que era junio. Tomamos una copa en el bar que había en la planta baja. No recuerdo haber estado más nerviosa en ninguna cita. Bueno, sí, cuando R. R., fumaba tabaco negro. Me gustaba en la misma medida en que me ponía nerviosa. El tabaco negro me revolvía el estómago, y a veces, con frecuencia, vomitaba de los nervios y me tenía que ir a casa. Un desastre.
M. me gustaba también mucho, muchísimo, pero yo entonces era tan tímida y hablaba tan poco que aquello no funcionó. También porque ella conoció a alguien. Es la única vez que me he enterado que alguien me haya engañado. Supongo que no habrá sido la única. Ahora que me acuerdo, no es la única, S. también tuvo algo con alguien, pero aquello lo pasé por alto.

M. y yo, nos besamos por primera vez en la Gran Vía, después de una larga noche, cuando amanecía. Si en alguna ocasión he sentido que se me iba a salir el corazón por la boca, fue entonces.

La última vez que vi a M., de la que ahora no sé absolutamente nada, estuve en su casa. Me fui un fin de semana a verla cuando las cosas no estaban bien con S. Estuvimos en Altea. Playa, sol, cerveza y arroz. Salimos por la noche. Seguía consumiendo coca, igual que antes sentí que su mundo y el mío no tenían nada en común. Cuando sales con alguien que consume coca, en algún momento eres un planeta en otra órbita. No me gustaba M. puesta. Pero tengo que reconocer que recuerdo todo lo relacionado con ella con una sonrisa. Fue una etapa bonita.
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Ayer estuve en el Oftalmólogo, en la revisión anual.  Me han dado una Rejilla de Amsler para que vaya evaluando. De momento solo he perdido un 15% de agudeza visual, en uno de los ojos. Le conté a L. que la oftalmóloga me había preguntado si veía torcido. Le dije que no, pero le tendría que haber dicho que sí. Yo siempre veo torcido. L. siempre me lo dice. Esta semana llovió en Madrid, cuando se estaba acercando la tormenta le dije a L. que iban a caer cuatro gotas y el suelo iba a echar vapor, lo que iba a traer más calor. Ella dijo que los de Madrid no teníamos ni idea, y que por qué no podía pensar que iba a refrescar. Poder podría, pero lo cierto es que luego hizo más calor.

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He soñado, en la siesta, con alguien que hace tiempo que no veo. En el sueño temo encontrarme con Ella, pero sorprendentemente está como si no hubiera pasado nada. Me relajo. De golpe, estamos tumbadas sobre el  césped. Yo tengo mi cabeza apoyada sobre el regazo de una amiga suya, entiendo que somos pareja, pero a Ella no le molesta. Hablamos, no sé de qué. Ella es una gran conversadora. Sonríe todo el tiempo. Está guapa, muy guapa. Bebemos vino y hace fresco. En un instante todo cambia. Ella se levanta del suelo. Su expresión es otra, los músculos de la frente contraídos y la mandíbula tensa. Esa expresión me hace pensar en el dolor. Me despierto.

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Alguien a quien conocí hace muchos años, en la misma época que a M., sube a facebook una foto de un plato de pasta con salsa ragú. Antojazo. Últimamente solo guardo páginas de recetas. No sé por qué. Soy una cocinera pésima.

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Tengo ganas de bailar.

viernes, 24 de julio de 2015

Quien tiene un vicio

No corre ni un poco de aire. Así que ando por casa medio en pelote. Me sorprende, como cada año, descubrir que mi piel sigue morena. He tenido la feliz idea de apuntarme al gimnasio ahora que tengo algo más de tiempo libre. Por primera vez en mi vida desde que trabajo las dos cosas: el gimnasio y el tiempo. Me ahogaba literal y patéticamente (poéticamente sugiere el autocorrector, qué iluso), al principio. El tabaco. Ese que no encuentro nunca el momento de dejar porque no me lo planteo. Ahora, ya me ahogo algo menos.

Me gustan los brazos fibrosos y definidos de las mujeres, pero no los de las mujeres de veintitantos o  de treinta y pocos, sino de las que ya pasan los cuarenta. Con veintitantos no tiene mérito y no es necesario ¡estás lozana!, con treinta y pocos, si me apuras, tampoco. Los músculos: deltoides, tríceps, algo menos el bíceps marcándose cuando se dobla el antebrazo para por ejemplo, retirarse el flequillo de la frente o recogerse el pelo o con el simple gesto de apoyar los codos sobre una mesa. Es toda una provocación. Me pone, lo reconozco. Del mismo modo en que no lo hacen en absoluto esos pantalones tan cortos que siguen de moda este año y que hacen casi partirse el cuello a algunos hombres en las escaleras mecánicas del metro. Me resulta asqueroso el gesto.

Deseo que pase rápido el verano. Nunca ha sido una estación que me guste, cada año me parece más incómodo el calor. No le encuentro ninguna ventaja.

Tengo seis o siete entradas a medio escribir, pero no concluyo ninguna. Ahí están, en borradores. Estoy espesa. Puede también que las cosas vayan mejor y escribiendo sea un poco de hacerme el haraquiri sino me lo puedo hacer, no me sale escribir.

Las sandías madrileñas están insípidas. Por suerte, los melones no tanto.

Estoy contenta con el trabajo actual.
Con L. seguimos limando aristas. Somos tan distintas que parece imposible todo.
Y. se ha ido de vacaciones. Echo de menos nuestra quedada semanal. Le he pedido que me traiga una pulsera de cuero de una isla. Me hace ilusión. 
No tengo hambre, pero me obligo a comer.
No duermo bien pese a que lo hago sola desde principios de julio.
Se me pasan por la cabeza cosas que no haré. No me preocupa porque tengo la balanza totalmente del lado de mantener la tranquilidad en mi vida, pero se me pasan. Me acuerdo del tan fino como certero dicho: "Quien tiene un vicio o se mea en la puerta o se mea en el quicio".

No he encontrado todavía mi futura casa. No existe aún.

Hablo con P. que trabajó conmigo en el sitio anterior. Está trabajando en un laboratorio. ¡Bien! Ahora solo falta que I. y N. también consigan lo que se han propuesto. P., N., e I., acababan de terminar la carrera cuando trabajaron conmigo. Las protegí como si fuera su madre, les solventé marrones, les enseñé lo poco que sé. Lo normal. A las tres les pedí-orienté que hicieran algo para salir de las cruces verdes. Una ya, las otras dos están en el buen camino. Me alegra tanto...También les dije que cuando lleguen a Ministras de Sanidad se acuerden de mí. Se siguen acordando todavía y con eso me vale. Me hubiera gustado no dar con una hija de puta en mi primer trabajo, con ese tipo de persona que piensa que va a heredar la empresa, y existe lamentablemente en casi todos los sitios. No se extinguen, no.

Tengo antojo de helado de chocolate y horchata, de cerveza, hamaca y piscina, de mar, de azules, de un baño a esta hora que es la ideal, de una ducha luego, y maquearse para salir a cenar con alguien que te gusta.

sábado, 11 de julio de 2015

Lo que Juan dice de Pedro...

El otro día leí algo así como que "Lo que Juan dice de Pedro dice más de Juan que de Pedro". Pienso que es una de las grandes verdades de la humanidad. Me acordé de que creo que nunca se me olvidó algo de lo que accidentalmente me enteré. Alguien, hablaba cosas como que me tenía comiendo en la palma de su mano (miiic, miiic. ¡Error! Te quiero, te adoro, te compro un loro, more or less). Es verdad que formaba parte de una conversación privada. Es verdad que en lo privado debió quedarse, pero no fue así, y como todo lo que sucede conviene, puede ser que  algo hiciera clin crack por dentro, cabeza y corazón, y nunca más volviera a su ser. Puede ser 

Busco piso en alquiler en Madrid. No me gustan: las cocinas americanas, las cocinas independientes con el frigorífico en mitad del salón y las lavadoras en el cuarto de baño, los cuartos de baño que comunican con las cocinas, los muebles de la abuela, los pisos interiores, la plaga de semisótanos con ventanucos infames, esa puta mierda de dúplex que se han inventado haciendo un altillo con una escalera de acceso imposible (¡con un par!), ni la idea de follar con un casco o una chichonera para no abrirte la cabeza con la viga de madera carcomida (las preciosas vigas de madera, anunciante dixit, ays), los palets por somier (tan modernis) por la falta de altura, los áticos construidos en las azoteas tendederos que dudo que tengan cédula de habitabilidad, los techos abuhardillados no aptos para estar erguida si mides más de 1,30, las casas sin armarios, las habitaciones independientes store mediante... Así que dentro de la horquilla económica en que me muevo, lo tengo muy muy complicado.

Seguimos con este calor insoportable que no da tregua. A estas alturas del verano vendría muy bien algo de brisaterapia. ¿Es que no se le ha ocurrido nadie envasar al vacío la brisa marina?

Pienso donde escapar en los 6 o 7 días libres que tendré, en semanas alternas, durante todo el verano. Sueño con Formentera, pero no creo que sea este año tampoco. No sé por qué sólo me vienen islas a la cabeza, puede que no sea capaz de visualizar la tierra sin estar rodeada de agua por todas partes y que una costa entera no me cabe en la cabeza.