lunes, 23 de junio de 2014

Poca cosa

A esta altura de la semana estoy muy cansada. Esta mañana pensé que no sería capaz de arrancarme de la cama, y luego de levantarme del sofá en el que me senté al poco de levantarme, y después de salir de la ducha, y más tarde de moverme hasta el transporte público (en realidad, iba arrastrándome por dentro, pero muy digna por fuera). Me hubiera quedado sentada en al autobús (el mismo asiento, todos los días) haciendo una y otra vez el recorrido. No acabo de entender por qué las escaleras mecánicas en el metro tienen fin, los domingos o los festivos, también me hubiera quedado en mi peldaño, subiendo y subiendo, doce horas o una jornada laboral. El caso es, que al final he podido todo eso porque no había otra. No termino de acostumbrarme a trabajar los días en que la mayoría de la gente descansa. Me doy una pena tremenda, sobre todo los domingos o los festivos, en que vamos solos el conductor del autobús y yo. El conductor me da muchísimas más pena. Los sábados es otra cosa, y no solo me doy pena yo (y el conductor), si no toda esa gente, la mayoría mujeres, en una proporción 10 mujeres por cada hombre, que como yo va a trabajar. 
Las semanas han pasado a ser de trece días, y a esta aún le quedan cinco por delante. Me gustaría hacer muchas cosas, pero no tengo tiempo. Lo poco que planeo se desbarata por la improvisación en los horarios en el nuevo trabajo.

Últimamente me pregunto, cómo será trabajar de lunes a viernes. Es que no lo sé. ¿Cómo es?
Ayer por la noche dormí fatal, estaba tan nerviosa que daba botes en la cama, después soñé con cucarachas. En el sueño, estaba en la casa de Badajoz,  las pisaba y no me daba grima o esa palabra que no encuentro para describir las sensaciones que me producen,  pero justo cuando  estaba siendo consciente de que estaba venciendo la fobia, empezaron a volar. Me he despertado a las 6:19 porque no lo he resistido. Luego he estado en un duermevela, hasta que me ha dado un tirón y se me ha puesto el gemelo debajo de la axila, casi.

Ayer me notificaron las vacaciones. Las empiezo en cinco días, y todavía no sé ni el destino. Norte, sur u oeste. Dudo entre tres sitios, los tres con playas preciosas rodeados de sitios con más playas preciosas. No sé si me apetece mucho calor, la verdad, pero tampoco me apetece lluvia e ir al norte es jugársela. En el fondo me da un poco igual, solo quiero conocer sitios nuevos. Coger el coche y recorrer la zona a la que vaya. Tomar una cerveza helada con unas patatas fritas mirando al mar, después de haberme bañado en él, me parece lo más cerca del paraíso que se puede estar. Así de simple. Ayer por la noche casi gana el oeste, porque me recordaron el arroz caldoso portugués. Hubiera dado lo que fuera por estar en la Marisquería  Lusitânia de Elvas (¡ay! Eso es trampa.). Seguir después el camino porque al final siempre está el mar.