viernes, 14 de febrero de 2014

Peluqueros

Me gusta mucho mucho esta canción. Me trae recuerdos de un año de mi vida que fue muy especial. Me recuerda desayunos, comidas y cenas en la terraza de un ático de Madrid. (Vale, que no he cenado todavía). Los amigos de entonces. Las reuniones. Fiestas. Barbacoas. Un paraíso por encima de todo el gris del asfalto. Una isla, un oasis lejos de las prisas, la monotonía, lo mediocre. Un paréntesis. Una alegría. La sonrisa diaria.  El optimismo de entonces. Los proyectos. Los sentimientos como el centro de toda la existencia. Me recuerda muchas muchísimas más cosas, pero me siento incapaz de aplastar el corazón contra la pantalla.


lunes, 10 de febrero de 2014

Un compromiso

Esta semana va a hacer un año que volví a Madrid. Un año, ya. Tan poco o tanto. El tiempo pasa volando. (Mierda de ripio). Como no soy de hacer balances, no lo voy a hacer. No sé cómo me iría o como me hubiera ido en cualquier otro sitio o si no hubiera venido y me hubiera quedado en el Oeste, por ejemplo. No puedo comparar algo real con nada o con lo que pueda imaginar.

Hoy estaba agotada. Me levanté con la cara y los tobillos hinchados. Me cuesta recuperarme de las jornadas maratonianas en la nueva cueva. Lo cierto es que llego a pasar trece horas y cuarto de pie. El otro cuarto de hora de la jornada es el tiempo en que tengo que comer o engullir: a lo pavo. Así que he dado con la misma (o aún peor) perra con distinto collar, pero bueno tampoco quería hablar de trabajo porque me aburre.

He estado comiendo en casa de mi madre. He visto a tres de mis sobrinos. Llevaba tiempo sin verlos. Mi sobrino S. (el Rizos) me llama abuela. Tiene un poco de lío, la verdad. Su lío me hunde en la misma miseria o por debajo de ella. Le salva que no se quería ir sin mí, - a las abuelas se las quiere mucho. Ha venido a buscarme, me ha cogido de la mano y me ha llevado al ascensor varias veces, hasta que hemos tenido que engañarle. Se ha ido llorando.

Esta semana la nutricionista que va a la cueva, que es tocaya mía, la verdad es que hay una plaga de tocayas en el barrio aquel. También hay un montón de familias numerosas, pero no de tres churumbeles, no, de cinco para arriba. Es que es un barrio un poco del Opus. Están allí contentrados. Dan un poco de grima, pero son educados. Eso les salva. Un poco encorsetados también están. Más ellas que ellos. Las ellas suelen ser siempre más desagradables que los ellos, si se trata de ser desagradables, pero en la vida en general, no solo la gente de la secta esa. Bueno, pues la nutricionista me pesó (bueno, me pesé yo solita, que ya llego) en su megabásculasideral. Una de esas a la que solo le faltan ojos para decirte de que color llevas la ropa interior bajuna. La megabáscula, a la que adoro, determinó que tengo una edad metabólica de 25 años. ¡Toma, ya! Todo está relacionado con el índice de grasa corporal; yo estoy en negativo. Así que pidiéndole perdón a el Rizos porque sé que no me leerá nunca y porque me va mejor,  me voy a creer a un objeto inanimado. Esta semana estaba en negativo en general. Hoy se me ha pasado un poco.

Leo a alguien que ha vuelto a escribir. En mi cabeza de golpe la canción que lleva unos días rondándome. Alguien me contó hace poco que vio actuar a Machín (me hago un poco de lío yo ahora, con lo de ver/actuar, lo correcto sería vio/escuchó o escuchó/vio en/un concierto. No sé,  le preguntaré a la báscula sideral), en las fiestas de su pueblo, cuando era pequeña. ¡Qué pasada! - pensé. En mi infancia en fiestas recuerdo a: Rosendo, Obús, Barón Rojo, y Ramoncín. Ahora, ya llevan a Bertín Osborne, Karina, y a las Nancys Rubias (que parecen no tener signo político).

Hoy es el cumpleaños de ese alguien. ¡Felicidades!
Por cierto, no se me tenga en cuenta la moñada del montaje de fotos que se han marcado para la canción. Es la versión completa que mejor sonaba.