viernes, 30 de septiembre de 2011

Nada

Alguien vuelve del presente, y me ofrece en bandeja de plata sus heridas, que hago mías, sin pudor, tal y como me las ofrecen, desgarradas, abiertas, a bocajarro, directas al corazón como el ni se sabe qué número de amor. Una empieza a pensar que vamos dejando atrás cadáveres, que un poco en eso consiste la mediocre vida, que un cadáver es también una misma, que nunca más saldrá de mi boca que alguien sea lo que sea de mi vida, porque no está en mis manos, ¿qué te crees un Dios?, (sin ninguna duda con los pies de barro), porque no puedo saber que será, ni en qué devendrá la vida, porque todo es temporal, y aún no tengo esa lección aprendida. Del todo a esta nada, pagando peajes.
Si apuestas, si apuestas, es seguro que pierdes. Si apuestan, si apuestan, es seguro que pierden, que el caballo está errado. Y el pasado transmuta en la nada, nada que no fue, que no fue nada es posible, que nada vuelve es seguro. Y en el mientras tanto se nos va la vida, escapando a cachistos por esas heridas.


Y después de todo nada, lo que ya sabía.

martes, 20 de septiembre de 2011

Isla.

Hay muchas ocasiones en que quisiera poseer el don de la palabra: la escrita y la hablada. Con frecuencia me pregunto de dónde viene esta incapacidad mía para hablar de lo que siento. ¿Qué extraño mecanismo produce en mí, un bloqueo de dimensiones descomunales, que de golpe me impide decir? Que me cierra la garganta como si la glotis fuera las compuertas de una presa, el sentimiento fuera líquido y quedara retenido en esta anatomía chubasquero, anegando todo lo que mi pecho alberga: un mar bravo inquieto por salir, que el dichoso mecanismo mantiene contenido, dentro o dónde quiera que sea que esté exactamente todo ese lugar que ocupa.

Hay una isla de signo zodiacal de este septiembre que está trayendo tanto en tan poco tiempo, que una se descubre sobrepasada, sobrecogida, sorprendida, ojoplática a veces, e ilusionada.

Es extraño o curioso también el mecanismo por el que una empieza a pensar en la isla, como si hubiera salido de expedición. ¡Tierra a la vista!. Como si se le hubiera pegado algo de esta tierra de conquistadores, (algo - poco) porque solo quisiera volver a esa isla concreta, y tuviera memorizado de antes, desde mucho antes del descubrimiento, sin necesidad de mapas, astrolabios, sextantes o brújulas el rumbo a seguir, y la geografía de la isla. Como si todo ese tiempo, hasta que fue divisada hubiera estado ahí, y una se hubiera dedicado a navegar sin ningún objetivo o a naufragar de una vez por todas, definitivamente, y entonces la isla que estaba, que tenía que estar, hubiera emergido un poco allí a lo lejos, como haciéndote un guiño imposible que deviene posible, en el justo momento. En el momento en que empezabas a mirar al horizonte.

Una es consciente de golpe que se surcan mares transitorios, por los que se pasa como para aprender, como para crecer, a veces también para decrecer, que nos llevan a otros que estábamos esperando, que albergan islas, que tal vez también esperasen, mientras permanecían o se hundían en otros mares.

Existe una isla, que me habla de mares del norte, de otoños de hojas secas, de lluvia de verdad, que me cuenta su geografía interna con la palabra exacta en cada momento.

Existe una isla que habla con tanta verdad, que una se pregunta si será de este planeta

Existe una isla absolutamente querible.

Existe una isla querencia.