miércoles, 16 de septiembre de 2015

Elegí un mal día para lavar la funda del colchón

Estoy teniendo una semana un poco rara, anímicamente.
¡Zasca!, el otoño de golpe como una colleja que te despeina. Siempre me pilla desprevenida pese a que todos los años por estas fechas el tiempo pega este cambio de golpe, lo sé porque uno de estos días es mi cumpleaños y lo guardo en la memoria.  Echo de menos las estaciones, en concreto las dos que son el preámbulo de las más extremas. En Madrid hace mucho que no existe ni la primavera ni el otoño, pero seguimos viviendo como si no pasara nada, pero pasa. Pero seguimos corriendo por los andenes de otras estaciones, seguimos subiendo o bajando trotando las escaleras mecánicas, agolpándonos para coger los trenes, justo en esa zona en que el suelo está más desgastado para ser los primeros en no dejar salir. Después dejarse la misma vida por un asiento. Y ya. Hasta la siguiente gincana. Somos animales que corren despavoridos a sus jaulas. Los instintos atrofiados. Así es.

Observas desde fuera todo eso, y te dan ganas de dejar pasar todos esos trenes, pero no lo haces porque ¡joder!, eres un maldito ser responsable. La música que escuchas en el Ipod es la misma que escuchabas hace tres años, ahí se detuvo el tiempo. El mismo que no tienes para actualizarla. Se hace raro, porque no acompañan viajes que hacías con ilusión aquí mismo. Ahora, estás aquí mismo y ya.

Y. me envía fotos desde Éfeso. No sé hace cuánto tiempo no viajo. Tanta piedra, tanta piedra  y yo lo único que quiero es abrazarla y que me abrace. Con ella no hacen falta las palabras. Mi amiga, mi querida amiga desde hace más de 27 años.

Los días de lluvia dan sueño, también hacen pensar más de la cuenta. Al menos a mí. Estás aquí mismo, casi 42 años después. ¿Y? Tienes un techo, comida, trabajo y más sueños que dejaste atrás que los que jamás podrás tener por delante. O quién sabe.

L. se fue hace días. Hay trenes en vías muertas y certezas. Como una que me digo en bajito y no cuento a nadie.

martes, 15 de septiembre de 2015

Clap your hands

Hoy me está costando un esfuerzo hacer lo mínimo. El principal problema del primer mundo de hoy ha sido no ser capaz de encender el calentador y terminar duchándome con agua fría. Cuando estaba desnuda en la cocina (porque el calentandor del año 2, sin punto cero, se apagó cuando estaba en la ducha) manteniendo pulsado por vigésima vez el botón, para ver si acaso conseguía mantener la llama encendida, pensé cómo sería volver a desnudarme o ser desnudada por primera vez por un alguien.  No fui capaz de imaginarlo porque no hay un alguien concreto y en lo abstracto me pierdo bastante, la verdad. Necesitaba la imagen del cuerpo de alguien, pero ¿cómo? si iba a ser la primera vez. No estaba por la labor de conformar una especie de Mrs. Potato mental, con más de una boca o veinte pechos o treinta manos. Mal o no, no sé. Porque el deseo debió ser atropellado cada una de las veces pasadas y no pude recuperar ningún recuerdo del que nutrir la imaginación. Tampoco fui capaz de mantener encendida la llama. Como la vida misma.


Dice este tipo que todos tenemos un doble cuántico, que conserva la memoria mientras nosotros recibimos los shocks.  Me está costando la misma vida entender qué quiere explicar, en realidad porque pienso que es una ida de olla muy grande. Es posible que mi doble cuántico mientras yo estaba en la cocina, ya se hubiera duchado y estuviera secándose el pelo e incluso sí hubiera sido capaz de imaginar, basándose en recuerdos que yo no tengo, lo que yo no estaba siendo capaz. Que sí pudiera proyectar sobre un alguien abstracto una mezcla de sensaciones que yo sentí con otros alguienes. Que mientras a mí, en el pasado, el  deseo me atropellaba hubiera estado sentado a los pies de la cama o en el borde de un sillón o en una silla, observando. Mi doble cuántico voyeur. A lo mejor mi doble cuántico, además, mantiene la llama en su tiempo, quién sabe.
Ahora, una cosa tengo bien clara, si mi doble que dispone y vive un tiempo distinto del mio (básicamente más) es capaz basándose en una memoria que yo no conservo, pero que al mismo tiempo es mía,  de imaginar y dar forma a  toda y cada una de las cosas que a mí se me pasan por la cabeza, y que yo descarto porque no recuerdo, me  disperso o por la falta de tiempo, debe estar mínimo clapping her hands. Pues una cosa le voy a decir, que no me toque las palmas que me conozco.
La única verdad del día de hoy, en medio de todo este sindiós,  es que yo me he quedado con el shock del agua fría.
Quiero ser mi doble cuántico.