sábado, 25 de julio de 2015

Algos

Cierra el Mercado de Fuencarral. La primera vez que estuve allí fue con M. El Mercado había abierto hace poco: el año anterior. Puede que hayan pasado 16 años de aquello. M., venía de Alicante con M., que ahora es muy conocido en el mundo del porno  gay. Me parece que era junio. Tomamos una copa en el bar que había en la planta baja. No recuerdo haber estado más nerviosa en ninguna cita. Bueno, sí, cuando R. R., fumaba tabaco negro. Me gustaba en la misma medida en que me ponía nerviosa. El tabaco negro me revolvía el estómago, y a veces, con frecuencia, vomitaba de los nervios y me tenía que ir a casa. Un desastre.
M. me gustaba también mucho, muchísimo, pero yo entonces era tan tímida y hablaba tan poco que aquello no funcionó. También porque ella conoció a alguien. Es la única vez que me he enterado que alguien me haya engañado. Supongo que no habrá sido la única. Ahora que me acuerdo, no es la única, S. también tuvo algo con alguien, pero aquello lo pasé por alto.

M. y yo, nos besamos por primera vez en la Gran Vía, después de una larga noche, cuando amanecía. Si en alguna ocasión he sentido que se me iba a salir el corazón por la boca, fue entonces.

La última vez que vi a M., de la que ahora no sé absolutamente nada, estuve en su casa. Me fui un fin de semana a verla cuando las cosas no estaban bien con S. Estuvimos en Altea. Playa, sol, cerveza y arroz. Salimos por la noche. Seguía consumiendo coca, igual que antes sentí que su mundo y el mío no tenían nada en común. Cuando sales con alguien que consume coca, en algún momento eres un planeta en otra órbita. No me gustaba M. puesta. Pero tengo que reconocer que recuerdo todo lo relacionado con ella con una sonrisa. Fue una etapa bonita.
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Ayer estuve en el Oftalmólogo, en la revisión anual.  Me han dado una Rejilla de Amsler para que vaya evaluando. De momento solo he perdido un 15% de agudeza visual, en uno de los ojos. Le conté a L. que la oftalmóloga me había preguntado si veía torcido. Le dije que no, pero le tendría que haber dicho que sí. Yo siempre veo torcido. L. siempre me lo dice. Esta semana llovió en Madrid, cuando se estaba acercando la tormenta le dije a L. que iban a caer cuatro gotas y el suelo iba a echar vapor, lo que iba a traer más calor. Ella dijo que los de Madrid no teníamos ni idea, y que por qué no podía pensar que iba a refrescar. Poder podría, pero lo cierto es que luego hizo más calor.

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He soñado, en la siesta, con alguien que hace tiempo que no veo. En el sueño temo encontrarme con Ella, pero sorprendentemente está como si no hubiera pasado nada. Me relajo. De golpe, estamos tumbadas sobre el  césped. Yo tengo mi cabeza apoyada sobre el regazo de una amiga suya, entiendo que somos pareja, pero a Ella no le molesta. Hablamos, no sé de qué. Ella es una gran conversadora. Sonríe todo el tiempo. Está guapa, muy guapa. Bebemos vino y hace fresco. En un instante todo cambia. Ella se levanta del suelo. Su expresión es otra, los músculos de la frente contraídos y la mandíbula tensa. Esa expresión me hace pensar en el dolor. Me despierto.

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Alguien a quien conocí hace muchos años, en la misma época que a M., sube a facebook una foto de un plato de pasta con salsa ragú. Antojazo. Últimamente solo guardo páginas de recetas. No sé por qué. Soy una cocinera pésima.

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Tengo ganas de bailar.

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