viernes, 28 de diciembre de 2012

Descolocada.

Ha muerto Manolo a los 74 años.
Manolo era  amigo.
 - Hombre, si está aquí la alegría de la huerta - solía decir cuando me divisaba en la rebotica, con una sonrisa que no le cabía en la cara y toda la sorna del mundo. Y a mí eso me gustaba. Me hacía sonreír siempre porque no le faltaba razón y con ninguna otra frase se hubiera podido expresar mejor mi estado de ánimo, a veces. Vamos, que ahí le daba.
Se ha ido tanta gente con la que por el trabajo he tratado a diario. Gente que pasó de ser cliente a ser amigo. Haberlos conocido es lo único que me ha gustado del trabajo, por desgracia el llegar a conocer a muchos de ellos ha sido debido a que su salud no era buena. Hoy me acuerdo de cada uno de ellos, pero sobre todo no se me va de la cabeza la figura de Manolo, su pelo cano, su piel curtida, su risa, el brillo en sus ojos cuando hablaba del campo, las conversaciones durante horas los domingos, ese día en que ésta es una ciudad fantasma. Él pasaba a verme después de comprar el periódico a primera hora de la mañana y me contaba por enésima vez las historias de la época en que vivió en Madrid, que yo ya me sabía de memoria. Hablábamos de casas de comida y de bocatas de calamares, entre otras cosas. También de guarrinos, caballos, tractores, charcas, árboles, pájaros y de la tierra  las mañanas en que él después se iba al campo.
Diez minutos antes de que pasaran a decírmelo, alguien había decidido por mí lo que viene siendo mi vida o lo que será, y aunque esperado descoloca. En realidad, el día ya estaba siendo una mierda tremenda antes de eso y de lo otro. Por el cansancio, pero sobre todo porque una piensa a diario que no está dónde debe ni quiere, que no es esa la forma en que pasar los días. Una se pregunta en qué punto de la vida se perdieron las ilusiones, en qué momento se dejo de soñar, cuándo una se acomodó, se volvió una conformista y olvidó todo lo que le gustaba, cuándo se sucumbe a la rutina y se deja de creer en todas las posibilidades que somos. Hace relativamente poco alguien me preguntaba, qué me gustaría hacer, qué te gusta (era más bien un permítete soñar, venga) en realidad no lo sabía, en realidad hay tantas cosas que he olvidado. No supe qué contestar, y enmudecieron al otro lado. Eso me dejó pensando.
Ahora pienso en todo lo que tengo que hacer. Al pensarlo me agobio, pero también pienso que quiero hacer otras cosas, recuperar esa parte de mí que también era yo y que el copyright de la frase que me hacía sonreír y pensar, pensar mucho, va a ser de él.
Se van los buenos.

5 comentarios:

  1. Sí...es que la vida es leve...pero cala.
    :)
    Me gustan las reboticas.

    ResponderEliminar
  2. Sí...es que la vida es leve...pero cala.
    :)
    Me gustan las reboticas.

    ResponderEliminar
  3. Sí...es que la vida es leve...pero cala.
    :)
    Me gustan las reboticas.

    ResponderEliminar
  4. silbante: es duro que se vayan los que crean nuestros paisajes diarios... Guarda bien los recuerdos... :) Un beso. Muy grande.

    Victoria: ha quedado claro. Te lo aseguro... :)

    ResponderEliminar

Ellas/os también silbaron.