viernes, 24 de julio de 2015

Quien tiene un vicio

No corre ni un poco de aire. Así que ando por casa medio en pelote. Me sorprende, como cada año, descubrir que mi piel sigue morena. He tenido la feliz idea de apuntarme al gimnasio ahora que tengo algo más de tiempo libre. Por primera vez en mi vida desde que trabajo las dos cosas: el gimnasio y el tiempo. Me ahogaba literal y patéticamente (poéticamente sugiere el autocorrector, qué iluso), al principio. El tabaco. Ese que no encuentro nunca el momento de dejar porque no me lo planteo. Ahora, ya me ahogo algo menos.

Me gustan los brazos fibrosos y definidos de las mujeres, pero no los de las mujeres de veintitantos o  de treinta y pocos, sino de las que ya pasan los cuarenta. Con veintitantos no tiene mérito y no es necesario ¡estás lozana!, con treinta y pocos, si me apuras, tampoco. Los músculos: deltoides, tríceps, algo menos el bíceps marcándose cuando se dobla el antebrazo para por ejemplo, retirarse el flequillo de la frente o recogerse el pelo o con el simple gesto de apoyar los codos sobre una mesa. Es toda una provocación. Me pone, lo reconozco. Del mismo modo en que no lo hacen en absoluto esos pantalones tan cortos que siguen de moda este año y que hacen casi partirse el cuello a algunos hombres en las escaleras mecánicas del metro. Me resulta asqueroso el gesto.

Deseo que pase rápido el verano. Nunca ha sido una estación que me guste, cada año me parece más incómodo el calor. No le encuentro ninguna ventaja.

Tengo seis o siete entradas a medio escribir, pero no concluyo ninguna. Ahí están, en borradores. Estoy espesa. Puede también que las cosas vayan mejor y escribiendo sea un poco de hacerme el haraquiri sino me lo puedo hacer, no me sale escribir.

Las sandías madrileñas están insípidas. Por suerte, los melones no tanto.

Estoy contenta con el trabajo actual.
Con L. seguimos limando aristas. Somos tan distintas que parece imposible todo.
Y. se ha ido de vacaciones. Echo de menos nuestra quedada semanal. Le he pedido que me traiga una pulsera de cuero de una isla. Me hace ilusión. 
No tengo hambre, pero me obligo a comer.
No duermo bien pese a que lo hago sola desde principios de julio.
Se me pasan por la cabeza cosas que no haré. No me preocupa porque tengo la balanza totalmente del lado de mantener la tranquilidad en mi vida, pero se me pasan. Me acuerdo del tan fino como certero dicho: "Quien tiene un vicio o se mea en la puerta o se mea en el quicio".

No he encontrado todavía mi futura casa. No existe aún.

Hablo con P. que trabajó conmigo en el sitio anterior. Está trabajando en un laboratorio. ¡Bien! Ahora solo falta que I. y N. también consigan lo que se han propuesto. P., N., e I., acababan de terminar la carrera cuando trabajaron conmigo. Las protegí como si fuera su madre, les solventé marrones, les enseñé lo poco que sé. Lo normal. A las tres les pedí-orienté que hicieran algo para salir de las cruces verdes. Una ya, las otras dos están en el buen camino. Me alegra tanto...También les dije que cuando lleguen a Ministras de Sanidad se acuerden de mí. Se siguen acordando todavía y con eso me vale. Me hubiera gustado no dar con una hija de puta en mi primer trabajo, con ese tipo de persona que piensa que va a heredar la empresa, y existe lamentablemente en casi todos los sitios. No se extinguen, no.

Tengo antojo de helado de chocolate y horchata, de cerveza, hamaca y piscina, de mar, de azules, de un baño a esta hora que es la ideal, de una ducha luego, y maquearse para salir a cenar con alguien que te gusta.

2 comentarios:

  1. Hola, a veces paso, te leo y sigo mi camino. Hoy no puedo pasar simplemente, tengo que comentarte. Tengo que decirte que me gustó mucho, mucho, muchoooo esta entrada. Me alegra saber que la esencia de los blogs sigue.

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  2. Blau, muchas gracias por no pasar de largo hoy (:
    Un saludo

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