jueves, 28 de agosto de 2014

Hace calor sin contemplación

Este final de agosto está trayendo todo el calor que no ha hecho el resto del verano. En el lugar de trabajo, aborrezco: el uniforme de teletubbie (verde a lo Dipsy), la manga corta, la manga larga, el pantalón cien por cien fibra sintética, las puertas abiertas, y el aire acondicionado que no da abasto.

Me estaba dejando el pelo largo, pero la peluquera me acaba de desgraciar. La idea y la intención, aussi. Para otra vez, supongo.

Mañana es viernes, y planes, pequeños planes, de esos para los que no se necesitan grandes preparativos, nada más que dos, y las ganas, y la intención de estar bien y reírse. Siempre me lo he pasado muy bien con L., menos en las épocas malas, claro, que también ha habido. Es una de las personas que más me han hecho, y hacen, reír. Es por eso que fue escucharla reír situada delante de mí, dándome la espalda (bueno, también por el porte y la prestancia) para saber que me gustaba, y que aquella noche la tenía que conocer sí o sí, luego ya, vino todo lo demás. 

Su risa.

Septiembre a la vuelta de la esquina. Siempre me ha gustado septiembre, porque en mi familia es un mes de celebrar la vida. El cumpleaños de mi madre, una hermana, un sobrino, el mío. No sé si quiero que llegue otoño, que se sigan acortando los días, pero espero lo que tenga que venir con ilusión.

S. viene a Madrid. Tengo ganas de verla. También de escaparme a Barcelona y devolverle la visita. A veces, pienso en mi vida en Barcelona, no es que la eche de menos, pero la recuerdo con ternura. Mi vida en el oeste, después de todo, la recuerdo con alegría y con mucha vida social, también con un poco de desfase y mucha agua de los floreros. Si alguna vez tengo que recordar mi vida aquí, no sé cómo lo haré. Hoy diría que con mucho amor. Se me ha ido toda la mala leche reconcentrada que tenía estos días. ¡Lo que son las endorfinas!









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