sábado, 12 de abril de 2014

Cuando salgo de casa de mi hermana E. todavía es de día o de tarde. Hay luz natural. Después, el suburbano, y aún después el autobús saliendo del intercambiador. No sé quien se ha comido la luz. Cual de los dos tiene más fuerza o tragaderas para hacerlo. El caso es que después del túnel está la noche.

Escucho entre cabezadas la conversación de un hombre de unos cincuenta largos que va sentado delante de mí. Habla con su pareja. Miente diciendo que en diez minutos llega o a lo mejor es solo otra su percepción del tiempo. 
 - ¿Eh? ¿eh? ¿eh? - me pone nerviosa.
Creo que al otro lado hablan entre dientes, el plan que propone es matador. Quedar en el bar X a ver un partido de fútbol
Imagino que  siguen refunfuñando  al otro lado.
- ¿Eh? ¿eh? ¿eh? ¿eeeh? - sigue diciendo el hombre.
Sigo dando cabezadas.
La pareja al final consiente, y el hombre se queda más ancho que largo. Planazo de sabado night.

Me sigo durmiendo. Se me vence la cabeza, y no son ni las diez de la noche.
Mientras voy pensando en comida, y en lo importante que se ha vuelto en los últimos tiempos despertar por la mañana y sentirme bien físicamente. Es por eso que cada vez tolero menos el alcohol. He tomado una cerveza en el aperitivo, acompañado la comida con vino tinto, y no he sido capaz de terminarme un gin tonic, de una ginebra selecta que mi cuñado A. ha comprado para la ocasión, igual que el vino y la cerveza. He perdido mucho peso en los tres últimos meses, y eso también hace. Hoy celebramos que esos tres meses pasan a la historia, que E. hoy tiene 18 días, y es preciosa y tiene los genes de Pepe, mi padre, por suerte sin el tórax en quilla, y que A. cumple 42 años.

L. está en su tierra, a veces, me gusta estar sola, como ahora. También creo que es absolutamente necesario para mí, aunque sé que hay quien no tiene esa necesidad. No creo que eso signifique que se quiera más o menos. No es una medida de nada, pese a que sea políticamente incorrecto, por expresarlo de alguna manera,  decirle a quien quieres que necesitas estar sola. Tenemos que aprender también eso o tienen que aprender eso de mí, solamente significa que hay quien necesitamos espacios, de vez en cuando. En el fondo creo que soy tan solitaria como sociable. No poco de ninguna de las dos.

S. me sigue gastando el nombre. Pude oírle cuando fumaba un cigarrillo en el patio, llamarme insistentemente, como no acudía me volvió a llamar abuela M. Creo que lo hace a posta. Fue en ese momento de la tarde en que hubo una pequeña tormenta:  las gotas caían sobre el agua de la piscina, la melancolía empezó a invadirme, deseé que alguien me abrazara y ser azul. Su vocecilla sonaba reclamándome y me devolvía a la realidad del amor sin más. No me pude fundir con el gresite azul aunque me hubiera parecido hermoso. Me gusta el gresite, pero aún más el pavés, y nada más.





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