Alguien esta noche indirectamente me hizo recordar veranos pasados en la infancia, en la adolescencia, en el tiempo en que una empieza a ser una joven adulta. Asociados a todos aquellos veranos, las noches con baños a la luz de la luna, las risas, las fascinantes luciérnagas, el sonido de los grillos, el olor a madreselva, a tomillo. Las noches de cielos despejados de nuevo, y escribo de nuevo porque esa es la imagen, la fotografía que podría ser en sepia después de los años, que tengo bajo los ojos, pegada a los párpados y ahora proyectada debajo de la frente, desde antes del principio de lo escrito. Entre todas esas noches la de San Lorenzo: las Perseidas y los deseos. Los deseos de entonces no sé dónde habrán ido, tampoco sé si se cumplieron porque la vida era plácida, fácil, despreocupada, y se deseaba por desear, agradecía entonces por pudor que los deseos sean formulados siempre en silencio, de la misma forma que se fraguan ahora, pero con más pudor que entonces. No sé si tenemos un cupo de deseos cumplibles, no sé si ya cubrí el mío.
De momento,
Creo que el universo es infinito...pues eso.
ResponderEliminarNo creo que exista ese cupo, lo que si existe es mucha impaciencia: los deseos cumplidos llevan detrás un trabajo impresionante ;0)No tires la toalla.Un beso
ResponderEliminarLo importanete es el verbo (desear)... lo deseos van y vienen
ResponderEliminar¿Sigues deseando por desear?
ResponderEliminarUn saludo.
Nieves (con mayúscula)