domingo, 19 de junio de 2011

De suavizante, y preguntas.

Me pregunto si alguna vez alguien, al regresar a alguna de las varias casas que me quedan por habitar, tendrá esa sensación que tengo cuando regreso a ésta, si su memoria al reconocer el olor a suavizante en todo: toallas, voces, sábanas, abrazos, pijamas, besos, cortinas, sonrisas, cojines, le hará sentir que la vida le brinda una de sus mejores jugadas, esa armonía y tranquilad nada más cruzar un umbral, pese al alboroto infantil o también precisamente por él. Es curioso porque de vuelta a la otra casa, no soy capaz de reconocer ningún olor, y seguro que también hay uno que lo baña todo, allí las cosas también vuelven a ser suaves aunque les falta continuidad y sigo sin ser capaz de dormir a pierna suelta en el sillón con mucha luz después de haber comido o en la cama por las noches, eso es algo exclusivo de la casa suavizante, sé que el día que lo consiga todo estará/será dónde/cómo tiene que estar/ser.


Ayer A , que sabía que había venido para no perderme su fiesta de cuatroaños, le preguntó a C nada más despertarse:
- Mami, ¿por qué la tía ese se ha enamorado de una mujer?
- ¿A quién se lo has oído? ¿quién te lo ha dicho? - le preguntó C: A ha visto a ME desde que nos fuimos a vivir al Oeste solo en un par de ocasiones, y de la última ha pasado bastante tiempo.
- A nadie, lo he pensado yo sola. - contestó A.
- Una mujer se puede enamorar de una mujer y un hombre se puede enamorar de un hombre, igual que yo lo he hecho de tu padre - dijo C.
- Yo me voy a enamorar de un hombre y una mujer, porque me gustan los dos - A cambió de tema y siguió a otras cosas.

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